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jueves, 23 de octubre de 2008





Has venido, puntual a tu cita, y yo estaba allí, puntual para leerte el brillo de los ojos. Estaba como el príncipe estuvo en el bosque, cerca del zorro que le decía ¡“domestícame”!. En esa costumbre de dejar las puertas abiertas por si no te vas a través de ellas y, si te fueras, por si vuelves.

Como la marea vienes a tus horas, flexible esta noche en la libertad del bambú que sueña volar en brazos de viento. Es creciente y te desnudas a medias, solo para mostrarte en la noche que nos cubre. Impúdica vegetal y prostituta enamorada; eres bambú al cielo y azul de ropa desteñida a ras del suelo que paseas sin atreverte a traspasar la puerta mágica del amor. O el amor te asustó tanto que, refugiada tras el verbo amable, esperas la respuesta del tiempo enamorado.

Cuando nos embriaga una brisa suave no imaginamos el huracán.

Duerme en la caricia acre del día de la gran ciudad, volando lejos, a lomos de tu bestia, hacia el país de la dulzura simple de un beso sincero. Allí donde el concepto de la piel se pierde comienza a moverse, entre el matorral, la vida, nos envuelve – si nos dejamos –, y roza el centro justo de nuestro universo un revuelo de hojas luminosas.

1 comentario:

Javier dijo...

Hola Manuel:

Aunque no te lo creas, levo dos días intnetando porner esta nota. Mi ordenador personal no va, el ordenador de casa tiene exceso de demanda y además, no acabo de aprender a navegar por los blogs. Pero bueno, ya estoy aquí.
Queria comentarte que me vas a tener que dar unas lecciones de escritura pasional. Eres un fenómeno. Leerte es saber que te llega la llamarada que lanzas. Puro fuego. Para nosotros los racionalistas es muy difícil liberarnos como tú lo haces para exaltar el sentimiento. Enhorabuena. Ya sabes, ..., como he estado estudiando algo de la envidia, al leerte me he dado cuenta que eso es lo que siento. Así que lloraré sobre el teclado mi falta de pasión. Espero que las lágrimas no me estropeen también este ordenador.

Un fuerte abrazo, guardando siempre la navaja en el bolsillo trasero, de tu amigo
Javier