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lunes, 22 de diciembre de 2008




(He tenido la suerte hoy de encontrar en un Blog (calderillawena.blogspot.com/) este texto. Me parece suficientemente rico como para compartirlo con quien quiera leerlo. Viene a cuento de otras cosas que he leído este Domingo, entre las que se encuentra enterarme de qué va la cultura "emo". Creo que aún tengo capacidad de asombrarme ante los contrastes).

En el año 1854 el jefe indio Noah Sealth respondió de una forma muy especial a la propuesta del presidente Franklin Pierce para crear una reserva india y acabar con los enfrentamientos entre indios y blancos. Suponía el despojo de las tierras indias. En el año 1855 se firmó el tratado de Point Elliot, con el que se consumaba el despojo de las tierras a los nativos indios. Noah Sealth, con su respuesta al presidente, creó el primer manifiesto en defensa del medio ambiente y la naturaleza que ha perdurado en el tiempo. El jefe indio murió el 7 de junio de 1866 a la edad de 80 años.


LA TIERRA NO PERTENECE AL HOMBRE

"¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aun el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida.

Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas ¿cómo podrían ustedes comprarlos?

Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los oscuros bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio, nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y, asimismo, ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el gran águila; éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.

Por todo ello, cuando el gran Jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente agua sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra deben recordar que es sagrada y deben enseñar a sus hijos que es sagrada y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también los suyos, y por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atras la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra la tierra de sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres, como el patrimonio de sus hijos son olvidados.Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atras sólo un desierto.

No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada.

No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los arboles en primavera o cómo aletean los insectos. Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo, ¿Para qué sirve la vida, si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque?

Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, asi como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.

El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento - la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas. Por ello consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondre una condicion: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo una máquina humeante puede importar mas que el bufalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.

¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que le sucede a los animales también le sucedera al hombre. Todo va enlazado. Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra esta enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.

Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.

Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo.

Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda exento del destino común. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que Él les pertenece lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para Él y si se daña se provocaría la ira del Creador.

También los blancos se extinguirán, quizás antes que las demás tribus. Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.

Pero ustedes caminarán hacia su destrucción, rodeados de gloria, inspirados por la fuerza de Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes.. ¿Donde está el matorral? Destruido. ¿Donde esta el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia."

jueves, 18 de diciembre de 2008

EXTASIS




El horizonte luminoso
se oscurece periódicamente;
un lento parpadeo
apaga el mundo y lo reanima.

Mas abajo,
donde la humedad habla entre risas,
como la gota eterna resuena en la laguna,
dientes como azahares muestran
una sonrisa esquiva.

Las brujas conjuraron
sortijas para el pelo y líneas
tan simples que espantan
a la terca imaginación.

Cuando sepa escalar la luna
te miraré como eres:
impúdica en la desnudez del nuevo mundo.

martes, 16 de diciembre de 2008

La ignominia



El contraluz del espino atraviesa el rostro olvidado.
Se funde en naranja el amanecer tras la alambrada
y la esperanza se ausenta hoy, como cada día.

Que las cárceles no conocen elecciones,
ni el sabor de la sangre entiende de promesas.
Sino de años anónimos contra el mar,
contra pronóstico.
En contra del olvido.

¿Quien sabe si su vuelo
pasó territorio neutral o conveniente?.
Pasó, y llegó, y el chasquido de las rejas,
como el del látigo,
queda suspendido en espera del siguiente ruido
que hiere
que mata.

Se recorren los barrotes y el bosque
que forman se enmaraña con la vida
y, así, crea una danza entre los dos,
cuerpo y espinos,
olvido y esperanza
hasta la muerte del tirano.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Decisiones




El cambio sobrevino de golpe. En la mente de Angel se fraguaba desde hacía tiempo; luego pasó un periodo difícil en el que la toma de decisiones se impuso. Y, finalmente, actuó.

Pero, a pesar de todo, Angel no tenía su mente preparada para el acontecimiento.

En los años anteriores, en todos los años de su vida, nunca había sentido realmente el problema. Angel era, ahora, un hombre de 43 años que se tenia que enfrentar a su realidad, y eso le desconcertaba. No era cobarde, había abordado situaciones difíciles en su vida sin pereza, aunque a veces, la tendencia a la inactividad fuese su primera salida ante los problemas.

En los últimos días había compartido la preocupación con su amigo Carlos. Le hablaba recurrentemente de sus temores, sus incertidumbres ante el hecho que se avecinaba. Bromeaba incluso, preguntándose cómo podía sucederle esto a él, con sus años, con sus antecedentes. Carlos escuchaba a Angel con gesto de comprensión, divertido, mientras con el dedo índice removía el hielo del whisky que bebía a pequeños sorbos. Hablaba poco, a veces le hacía alguna pregunta concreta. Escuchaba, sobre todo escuchaba con ese gesto de comprensión que nos dejan los años justo encima de las cejas. Porque Carlos era médico y de algo habían de servirle 30 años de profesión en estos momentos.

Angel acudía a su trabajo con normalidad pero, a medida que los días pasaban, la atención se iba disipando. Vivía en una continua zozobra en espera del momento señalado.

Y llegó el día. Y aunque Carlos le había ofrecido acompañarlo, fue decididamente solo a su cita. Todo fue bastante más rápido y normal de lo que su fantasía había temido. ¡Ya estaba hecho!. ¿Y ahora qué?. En las horas siguientes Angel llamó a su amigo en repetidas ocasiones: no se encontraba bien, se sentía angustiado, no sabía dar explicación a un montón de cosas que le sucedían. Carlos con paciencia escuchaba y le proponía acudir a su casa para charlar tranquilamente, pero por nada del mundo consintió Angel.

Los días siguientes no fueron mejores. Sentado en el sillón de casa, con la mirada baja, desconcertado, Angel sufría en soledad su nueva situación. Cierto que trataba de seguir los razonables consejos de su amigo, pero no conseguía erguir la cabeza, alejar de su mirada ese punto amargo y doloroso que tanta inquietud le estaba produciendo. Vestirse le resultaba un calvario; hasta el elemental hecho del aseo cotidiano no le era fácil. Paso varios días comiendo poco. Y por fin se atrevió a salir a la calle.

Con la sensación de tener todos los ojos de la ciudad clavados en su cuerpo, de ser observado por todo ser viviente entre el cielo y el infierno, con esa sensación de desnudez vergonzosa que nos acude a veces en los sueños, Angel fue a visitar a Carlos a su despacho.

El amigo se sintió muy contento de verle por fin. ¡Ya era hora!, ¿no?. Le preguntó cómo se encontraba, trató de animarlo y de hacerle llegar al convencimiento de que lo que le había pasado no era tan grave, que era relativamente frecuente. Él lo sabía como médico y como persona. El aire compungido de Angel hacia que Carlos apenas pudiese evitar una mueca burlona por no estallar en auténticas carcajadas.

Finalmente, ya no se pudo más. Con lágrimas en los ojos sin poder contener la risa, dijo al entristecido amigo:

- Vale, chico, vale: ¡que no eres el primero al que tienen que hacer una circuncisión después de los 40!.