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martes, 28 de diciembre de 2010

UN MAL NEGOCIO


Escribir es un trabajo
que se mete a contrapelo entre los dientes;
tan ingrato, que persigues el remedio
que te salve de unos versos mal medidos,
sin lograrlo casi nunca.

Escribir es mal negocio.
Te levantes muy temprano
o te acuestes con el día,
nunca llegas a cuajar media jornada
que te alcance para hacer un equilibrio
entre el hambre y la taberna.

Y lo malo de este juego sin remedio,
es la droga que llevamos en los genes:
no es posible que nos deje ni dejarlo.

Solo, a veces, la fortuna te sonríe
cuando aquello que deseaste
que dijeran las palabras que has escrito
es, justo,
lo que tú querías decir.

viernes, 24 de diciembre de 2010

THAILANDIA


No es normal que uno tarde dos semanas en volver cuando ya ha regresado. Pero a veces sucede. La arena de coral se mete en los ojos y no te deja ver: cuesta regresar, siempre cuesta. Puede que cada vez más.

Esta vez he vuelto de espaldas, con la vista puesta en otro lugar, más allá aún. Pero eso, con suerte, será materia de otra crónica. Ahora me toca decir cómo fue. Fue hermoso, quizá más de lo que pudiera haber pensado. Puede que lo más hermoso que haya visto hasta ahora bajo el agua.

Porque tratar de relatar aquí lo que es Thailandia en la superficie, me parece presuntuoso. Yo lo definiría como una explosión de agua y selva, sin límites, sin agresividad. Uno no se siente ni pequeño ni grande; creo que o te sientes fuera o estás dentro.

Y lo mismo ocurre en la vida de la ciudad. Lo que hemos visto está puesto al servicio del que puede pagar. Se paga poco y la oferta es abundante. No voy a ser prolijo en el tema de la prostitución porque, aunque la intuyes, no la he vivido. Salas de masajes puerta si puerta no, posiblemente sin que incluyan prostitución.

Colores, como siempre intensos. Y altarcitos colocados por doquier en honor del reyezuelo del país. Es una especie de autoculto narcisista de este nonagenario personaje que, como otro Franco, pero más, no está dispuesto a dejar por las buenas que el país se haga adulto.

Bajo el agua las cosas se ven más grandes: eso lo sabemos todos. Pero en estas aguas hemos alcanzado cotas de visibilidad increíbles (me refiero a metros en vertical). Ha sido un placer inmenso ver desde la superficie fondos a más de 30 metros de profundidad y, sobre todo, admirar desde esa perspectiva las formaciones rocosas que componen la geografía marina de esa zona. Grandes rocas de perfiles suaves, imponentes, con una explosión de vida albergada entre sus grietas. Desde lo más grande, las Mantas Gigantes, a lo más pequeño, un diminuto Nudibranquio, os dejo aquí la muestra para que podáis disfrutar de la belleza como nosotros lo hemos hecho. “Richelieu Rock” es, creo, la zona de buceo más espectacular que he visto hasta ahora.

Las historias de a bordo tenían que ser el aderezo indispensable de estos días. Todos nuestros entrañables marineros, los que desde la mañana a la noche nos han ayudado sin dejar de sonreír. Nuestros guías: “J.”, discreto biólogo que nos llevó de la mano en todas las inmersiones. “A.”, una dulzura inglesa enamorada de “J.” (y viceversa). Parece que las normas de la casa no permiten parejas en el barco, así que probablemente no volverá a bucear juntos. “R.”, un híbrido franco-español y algunas cosas más, que nos contó historias espeluznantes sobre las cárceles tailandesas: una especie de Rambo con el corazón tierno.

Día a día, noche tras noche, hemos tejido una nueva aventura inolvidable que ya ha quedado atrás. Como cada año, ahora queda la siguiente…

Espero estar aquí para contarla. De momento os dejo un beso lleno de vida para quienes quieran recogerlo. Os lo dejo en esta víspera de Nochebuena con mis mejores deseos de que cualquier tipo de rencor, de debilidad, de desconfianza o de tristeza, se diluya como lo haría una simple gota de agua en la inmensidad de aquellos mares.

Feliz Navidad a todos.